El boxeo, esa bohemia


Un momento de la velada. Foto de Roberto Marbán.


Lo habrán escrito mil antes que yo, pero ahí va, por si acaso: el boxeo es una bohemia. Desprecia la tecnología que otros deportes anhelan, esquiva el glamour de multitudes oloroso, ignora al mundo por principio y cuadrado es, a ver por qué si no, su escenario. Es una soledad tensa o hirviente, un collar de traumatismos, el camino más largo y escarpado. El boxeo es una apuesta incabal por uno mismo. Y así le llega, creo yo, al que lo mira: como una testarudez. Ahí tú, aquí yo y nos vamos a dar de hostias hasta que nos caigamos. Impropio, desde luego, en estos tiempos del ex-dolor y de la ex-sangre. ¿Pero qué sería de los tiempos sin contratiempos? En cada uno de los guantes de cada uno de los púgiles hay una pregunta grabada, una cuestión que se clava en cada abdomen, en cada mentón, en cada pómulo. “¿Por qué?”.

Es, claro que sí, una cuestión principal. Pero queda evidentemente sin contestar. De ahí la épica, que no es sino una acumulación de interrogantes capitales insatisfechos. (Si no me creéis, coged cualquier historia épica y haced la prueba. Aquí os espero). Probablemente sólo estoy diciendo tonterías (atisbo el gesto torcido de los expertos), bajo el influjo de una experiencia nueva y estimulante. El sábado estuve en una velada de boxeo. Nunca, a pesar de la insistencia de muchos, había sentido demasiada atracción por el deporte de los golpes. Me decían que era bello y vibrante, magníficamente crudo, y que podría venirle bien a mi escritura. Lo decían, claro, como si hiciese falta ver algo para escribir de ello y desconocían que ya tenía yo un par de relatos, más sobre boxeadores que sobre boxeo, lógicamente escondidísimos. Pero el sábado estuve en una velada de boxeo, y me gustó para siempre.

Ese fogonazo que nunca antes se había producido, esa sacudida que nos ata de una vez por todas a un tema y nos empuja a bebérnoslo entero, podría (debería, pensaréis algunos) haberse dado en la visión de un combate histórico, sobresaliente, blanquinegro de gloria y crónicas. Pero no, porque la insolencia es un modo de vivir y no aguanta tamañas tipicidades. Se (me) produjo en un gimnasio de arrabal, aparentemente a trasmano de la trascendencia. Pero sólo aparentemente, porque hace mucho que se descubrió (y no digo ‘se inventó’, ya lo discutiremos) la grandiosidad de las pequeñas cosas. Vi a un boxeador espigado desinflarse ante uno bajito, que se le escondía en las tripas y le castigaba desde el infierno. Vi a un púgil compacto, tan ansioso de atacar que se dejaba la defensa abajo. Vi a otro ser machacado en el primer asalto y perseguir con fiereza un nulo en los dos restantes.

No vi la técnica, mitad porque no sé verla, mitad porque no la había. Pero vi a chicos darlo todo en el ring y darse la mano tras perseguir la destrucción mutua. Vi gente animando y sufriendo con la danza de su favorito por los límites del ring. Vi lesiones, vi victorias y algunos buenos golpes. Y vi, sobre todo, la verdad de aquellos que hacen algo y lo hacen pensando que es lo único que quieren hacer. Ése es el tipo de verdad sobre el que se construye la gloria. Una verdad que tiene detrás, insisto, una pregunta incontestada.

6 comentarios:

  1. Joder, que bien escrito!!... grande Dani!!... a mi el boxeo siempre me ha atraido, no sé por qué. Supongo que las grandes cosas de la vida, te gustan y no sabes por qué. Cuando pasan por la batidora de la razón, las cosas te gustan pero como que pierden el color de la vida. Digamos que la pasión y las cosas que gustan desde lo más profundo de nosotros mismos, tienen el color de lo que somos, seres humanos en medio de una nada a la que le damos el color de la ilusión y el sentimiento... me alegro que sigas el camino de este gran deporte, de esta gran lucha entre señores del ring. un abrazo!! boni

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    1. ¡Muchas gracias, Bonifer! Me alegro de que te haya gustado la entrada. Es todo un honor, viniendo de un aficionado al boxeo como tú.

      Tienes razón en lo que dices, y es un poco lo que he querido transmitir en la entrada: ¿Por qué luchan esos hombres? Porque sienten que tienen que hacerlo. Porque es su pasión.

      Un abrazo y gracias por leer y comentar.

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  2. Mira si estará bien escrito que casi me convences de que me gusta el boxeo... En serio, ¿cómo eres capaz de poner en prosa el sudor y la sangre y que huelan bien? El primer párrafo es espectacular.
    Acepto la dialéctica tiempo-contratiempo, en ese sentido el boxeo es una práctica que remite a otros tiempos, donde la igualdad había que buscarla a golpes.Nunca se me olvidará la película de Barry Lindon donde frente a la mentira del duelo caballeresco se le opone la verdad del boxeo.
    Pero... No sé cómo explicarlo, nunca me ha enganchado el boxeo, ni siquiera los vídeos de Alí y Frazier.A pesar de que pueda ocurrir como en el rugby, que sea un deporte de caballeros.
    Un abrazo!

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    1. Muchas gracias, Alejandro. Si he conseguido transmitirte algo de belleza, sin ser aficionado al boxeo, me doy por infinitamente satisfecho.

      Si los vídeos de los combates entre Alí y Frazier (¿Has visto el documental Thriller in Manila, sobre su tercer combate? Yo lo vi anoche y sigo anonadado, además de soñoliento) y la eternamente maravillosa Barry Lyndon no han conseguido convencerte, es muy difícil que yo lo haga.

      Pero te invito a que sigas intentándolo de vez en cuando. Yo tampoco me había sentido nunca atraído por el boxeo, pero uno nunca sabe dónde va a estar el fogonazo, ni en el amor ni en la inteligencia.

      Un abrazo fuerte. Y muchas gracias, como siempre, por leer y comentar.

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  3. Una de tus mejores entradas. Y no digo la mejor porque no me apasiona el arranque. El resto sí. Genial. Felicidades
    Celebro ser uno de los que -supongo no el único- te ha empujado a descubrir un deporte que tiene mucho más que sangre, sudor y vaselina. Y celebro, como ya dije, que este convencimiento te venga en una velada amateur. No tan seductora ni tan perfecta como una gran velada profesional.
    Verás, veremos combates 100 veces mejores. Por eso sé que tu disfrute fue sincero.
    Lo dicho. Gran entrada.

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    1. Gracias por los parabienes, Miguel. Me alegro de que te haya gustado.

      Ha habido algunos que me han animado a acercarme al boxeo, pero tú has sido el definitivo, puesto que fuiste tú el que propuso el plan de la velada. Por eso, también tengo que darte las gracias.

      He estado dándole vueltas y quizás sólo podía disfrutar de la grandeza de las grandes noches del boxeo habiendo disfrutado antes una velada pequeña y amateur. Porque en la grandeza del espectáculo quizás olvidaría los asuntos fundamentales que en la velada humilde se ven desnudísimos.

      Habrá más combates y, espero, habrá más entradas. Me gustó eso de publicarlas prácticamente a la par: http://diezminutossinfutbol.blogspot.com.es/2012/05/una-intrahistoria-de-boxeo-anonimo.html.

      Un abrazo.

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